“La idea de América Latina.
La herida colonial y la opción decolonial”
Walter D. Mignolo, 2005
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Atención Investigators.
Las citas son literales, pero están remezcladas con amplia libertad.
Antes de 1492, América no figuraba en ningún mapa. El
territorio existía y los pobladores también, pero ellos daban su propio
nombre al lugar donde vivían: Tawantinsuyu a la región andina, Anáhuac a
lo que hoy es el Valle de México y Abya-Yala a la región que hoy ocupa
Panamá. Una vez que el continente recibió el nombre de América en el
siglo XVI y que América Latina fue denominada así en el siglo XIX, fue
como si esos nombres siempre hubiesen existido.
[...] Los relatos que hablan de
“descubrimiento” no pertenecían a los habitantes de Anáhuac ni de
Tawantinsuyu, sino a los europeos. Debieron transcurrir 450 años para que lo que Europa consideraba como un “descubrimiento” empezara a verse como una “invención”.
“Descubrimiento” e “invención” no son dos interpretaciones distintas de
un mismo acontecimiento: son dos paradigmas distintos. La línea que los separa es la geopolítica del conocimiento.
[...] Desde la perspectiva europea, la
modernidad es el periodo histórico que se remonta al Renacimiento (para
los académicos del sur de Europa) o a la Ilustración (para los
anglosajones). Para ellos, la modernidad supone una fuerza histórica
inevitable, con derecho a suprimir todo lo que no se ajusta a un modelo
de historia del mundo considerado como “proceso histórico esencial”. Desde
la perspectiva del otro lado, el progreso es inseparable de la
violencia y la modernidad es inseparable de la colonialidad.
[...] A partir del siglo XVI, América proporcionó la fuerza impulsora que transformó el capital en capitalismo. Cuando el funcionamiento de la matriz colonial sale a la superficie, se justifica por medio de la retórica de la modernidad,
asegurando que la situación puede “corregirse” con “desarrollo”,
“democracia”, “tecnología” o “economía”. Desde el siglo XVI, la retórica
de la modernidad se ha nutrido del lenguaje de la salvación.
[...] La apropiación de la tierra y la explotación de la mano de obra requirieron de la construcción ideológica del racismo. Pero
la categorización racial, que sobrevive hasta nuestros días, no se
aplica solamente a las personas, también a los conocimientos. Para que una historia sea vista como primordial, debe existir un sistema clasificatorio.
[...] Antes que un sector geográfico en el mapa, Occidente es el lugar de la hegemonía epistémica. El
centro de la organización política y económica, el modelo de la vida
social, el ejemplo del progreso de la humanidad y, sobre todo, el lugar
desde el que se observa y clasifica al resto del mundo. No es solo un
lugar geográfico, sino un juicio de valor.
[...] La geopolítica del
conocimiento es la perspectiva necesaria para que se desvanezca el
supuesto eurocéntrico de que el conocimiento válido y legítimo se mide
de acuerdo con parámetros occidentales. De la misma manera que
la geopolítica de la economía sirve para comprender la distribución
desigual de riqueza en el mundo, la geopolítica de la epistemología
explica la distribución desigual de (la idea de) conocimiento.
[...] Podría decirse que los pensadores
griegos “descubrieron” la filosofía. Pero también que solo dieron nombre
a una actividad común a todos los seres humanos. ¿Acaso porque los
pensadores griegos llamaron filosofía a lo que ellos hacían, todas las
personas que se dedican a pensar tienen que pedir permiso a los textos
griegos, o a sus guardianes occidentales en Alemania, Francia o
Inglaterra?
[...] Desde los límites lingüisticos,
epistémicos y subjetivos, se generan nuevas formas de pensamiento. Se
trata de la inauguración de una epistemología fronteriza basada en la
diferencia colonial, que nos traslada del paradigma de lo novedoso (el
“nuevo mundo” de los europeos) al paradigma de la coexistencia (“un
mundo en el que caben otros mundos” de los zapatistas). Las epistemologías del Sur no van en el sentido de la resistencia, sino de la desvinculación conceptual, que opera una doble decolonización: la decolonización del conocimiento y la decolonización del ser.
[...] El proyecto de la izquierda blanca
y el proyecto decolonial provienen de memorias, cosmologías, sentires,
afectos, odios y amores distintos. La izquierda blancoide y
eurocentrada tiene una oportunidad para redimirse y reconocer que el
liderazgo de la `revolución´ no está ya en sus únicas manos, sino en la
de varios y varias. La opción decolonial es, tomando una expresión de Emanuel Levinas, otra cosa que la izquierda.
[...] Y la chicana Gloria Anzáldua agrega: “En unas pocas centurias, el futuro será de las mestizas.
Mediante la creación de una mitología nueva -es decir, del cambio en la
manera de percibir la realidad, de vernos a nosotras mismas y de
conducirnos- las mestizas crearemos una nueva conciencia”.